Contemplaba la mar, mi mar.
Esa mar rugiente,
A veces serena, silenciosa.
Olas obedientes que ondulan,
en su perpetuo caminar.
Fiel, a un rumbo sin fin.
La luna se mira
en tu espejo de plata.
Mientras tu la meces,
ella me mira, exhausta.
Y cede espacio a las
locas estrellas, que vibran
sobre la cálida plata.
Lejos de su estática luz.
Pero en la otra orilla estarás tú,
observando, contando el tiempo.
Que al igual que las olas,
es infinito.
Así es tu belleza, infinita
Colmada, henchida,
de amplias perspectivas.
Manuela
Rochero
ResponderEliminarHola Manuela. Que tal?
Hola Rochero: cuánto tiempo sin verte por aquí, la verdad que yo también lo tengo un poco dejado. Te agradezco tu visita. Saluditos
EliminarHola Rochero: cuánto tiempo sin verte por aquí, la verdad que yo también lo tengo un poco dejado. Te agradezco tu visita. Saluditos
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